La risueña herencia de Ubu Chávez
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El asunto es más serio. El problema ya no se plantea en términos de humor, pues la risa encuentra sus límites ante el muro de la absurda realidad en la que está sumida Venezuela. Probablemente Kafka podría enseñarnos a leer lo que está pasando en el país. Incluso podríamos recurrir al teatro de Ionesco. Pero lo mejor sería invocar a Alfred Jarry y su Ubu Roi, quien fue el padre de todos los escritores del absurdo del Siglo XX. En esa obra de teatro cabría perfectamente Hugo (Ubu?) Chávez, rey ególatra, Gran Señor de la Destrucción. Su legado es haber convertido en un país productor de petróleo en un país importador de gasolina. Su herencia socialista ha servido para beneficiar a una nueva clase de ricachones, todos enchufados a la maquinaria del Estado dadivoso, superando de lejos cualquier pesadilla de corrupción de la dupla adeco-copeyana. Su absurdo logro es haber transformado a un país tradicionalmente exportador de café, en un importador neto del producto. Podríamos seguir enumerando las paradojas que nos dejó este Ubu Roi criollo. Pero no nos olvidemos que Hugo fue electo y reelecto por muchos venezolanos, los muy vivos y simpáticos venezolanos, que le sacan un chiste a todo, incluso a las situaciones más trágicas y más absurdas. Los que con una risa sonora pretenden ponerle sordina al ruido ensordecedor de su caída hacia el abismo. Total, se consuelan, nunca tocaremos fondo.
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